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Imagen de la película "Misery", sobre la novela de Stephen King. |
¿Por qué escribe quien escribe? Siempre me lo pregunté. Y me maravillo de leer las respuestas que grandes escritores han dado a esta pregunta. La imagen que se tiene del escritor puede ser una razón, porque aun en estos tiempos de Tinelli y celulares, donde las noticias bombardean y a todos se nos pide opinión como si fuéramos especialistas, todos miramos al escritor con cierto escalofrío. Estatus, vanidad, snobismo, son algunas de las razones. De hecho, se dice que hay que plantar un árbol, tocar la guitarra, y escribir un libro.
“Escritor”, dice alguien, y armamos el set: una casa antigua en algún barrio ni muy bohemio ni muy elegante ( incluso un poco afrancesado), un escritorio con una notebook… no, con una máquina de escribir a lo Misery; un enjambre de gatos que custodian como a este extraño ser solitario, ermitaño, analítico, etéreo y celoso de sus manuscritos. Evidentemente una persona culta e inteligente, interesante (muchísimo más interesante que todos nosotros).
Es posible que en la escuela le hayan echo bullying hasta el hartazgo y golpeado, porque a parte de nerd quizás tenía sobrepeso, o muy poco peso, o era deforme; pero sin importar el odio que tienen los brutos hacia la gente que intenta cultivarse, quien ejerce el oficio de escribir siempre tiene un halo de misterio a los ojos de los demás. Nos hace sentir ligeramente inferiores, aun cuando no nos interese para nada el mundo de los libros. Quizás nos interesa ir a boliches a explotar los fines de semana, hacer deportes como el fútbol, juntarnos con amigos e ir al cine a ver pelis de superhéroes, la moda, alguna serie ligera en Netflix. Pero sí alguien sostiene un libro en las manos, ese alguien tiene algo. Repito, “a los ojos de los demás”. ¿Por qué escribe? ¿Por qué se pasa horas anotando y llenando espacios en blanco? ¿Qué está buscando tan silenciosamente qué decir? De todas las cosas maravillosas en las que podemos ocupar el tiempo de nuestra vida, alguien elige para sí muy poco: un sitio cómodo donde estar y concentración para pensar en qué decir.
¿Sabrá algo que nosotros no? ¿Podrá decir con palabras nuevas algo de lo que nosotros sabemos que existe pero no nos atrevemos ni sabemos decir?
Será un ser de gustos finos y elevados, no “para cualquiera”. Irá al Colón a ver Opera, disfrutará de los mejores títulos de Bergman, frecuentará el MALBA para apreciar pincelada por pincelada esos cuadros famosos que siempre vemos por ahí y por allá y nunca sabemos por qué la gente comenta tanto (entre otras cosas, porque tampoco sabemos tanto de pintura).
Tal vez hasta sea un atormentado seductor, que recite poemas a sus enamorados o enamoradas, como un Joven Werther.
Bien. La verdad que todo esto es una fábula fruto del desconocimiento de algunos y el snobismo de muchos. Pero es bastante divertido. Hay escritores indisciplinados, ordinarios, horizontales, populares, boxeadores. Hay escritores que no son solitarios: son celebrities, Truman Capote en sus mejores épocas. Hay quienes escriben poco. Y quienes tienen mucha paciencia. Quienes exigen calma para ser leídos en esos bodoques hercúleos, y quienes son considerados con nuestras ansias, como Amelie Nothomb. Hay escritores cultos y pochocleros (fue curioso pensar en un antónimo para "culto" que se aplicara a este contexto). Hay de todo. No tiene importancia.
Hoy escribe gente que tiene en su biblioteca a los más grandes clásicos y gente que no sale de J.K. Rowling (con el respeto que me merece la señora). Incluso, sin haber estudiado letras o análisis literario, comentan y opinan sobre lo que leen en sus populares blogs, canales de Youtube, e Instagrams, donde anuncian que además han publicado su nuevo libro en Amazon.
Pero todas estas personas, ya sea que lo hagan por dinero o por hobby, dedican horas, días y años, a redactar, corregir, volver a redactar y volver a corregir. Llevan anotadores donde ponen las ideas que más tarde van a desarrollar. Programan la hora de publicación de sus próximas entradas de blog. Asaltan librerías; grandes cadenas y saldos, en busca de inspiración.
Hoy, como nunca antes, la gente cada vez lee más y cada vez escriben más personas: artículos periodísticos, poemas, novelas, cuentos, reseñas, críticas, ensayos. Se vive la velocidad y la vorágine de lo virtual, y aun hay gente que se detiene y piensa como llenar el vacío con palabras.
¿Por qué lo hacen? ¿Por qué hacerlo yo, en todo caso? ¿Por qué cada vez más gente se arroja a llenar hojas y archivos con lo que piensa, lo que se le ocurre, lo que tiene ganas de decir, y hasta algunos se arrojan a intentar vivir de eso? ¿Por qué se ha escrito tanto, desde los escribas del mundo antiguo hasta los bloggers de nuestros días?
La literatura es un arte, y Oscar Wilde decía que el arte es completamente inútil, lo cual es interesante, pero no nos responde nada. José Saramago decía que él “escribía para entender”. Es cierto que al escribir “vemos lo que tenemos en la mente” y es como el clic que hace que miremos con claridad dentro de nuestros cráneos. Pero si bien creo que al escribir logramos"entender-nos", no estoy del todo seguro que escribir equivalga a entender algo. De hecho, esto me lleva a una de las cosas más peligrosamente tontas y snobs que la gente piensa: la asquerosa falacia de que quien escribe y saca libros evidentemente debe ser muy inteligente, y que si algo está en un libro debe ser verdad. Algunas de las mentes más tontas de nuestra historia han dejado bibliografía de su puño y letra. Poder redactar un libro o una publicación, ya sea larga o corta, puede dar cuenta de ciertas habilidades: claridad comunicativa, creatividad, poder de síntesis, manejo de datos, selección de palabras y términos que tengan gancho.
Pero quien escribe no necesariamente es inteligente. Es entusiasta.
En cambio me gusta lo que dice Vargas Llosa: "escribir es mi venganza". Eso me gusta más, porque vengarse lo desea cualquiera y puede ser tramado por cualquiera. Se llega más fácil a una venganza que al entendimiento.
El que escribe es alguien siempre en busca de la revancha. Uno escribe para matar sin consecuencias penales a gente a la que odia. Para difundir ideas que cambiarán el curso de las mentes que lo rodean. Para darse a conocer y ser famoso gracias a este generoso mundo digital y sus posibilidades. Para hacer aparecer algo que pensamos que falta, y que no debe faltar. Para obtener cosas que la vida no nos ha dado y que, a nuestro juicio, nos adeuda.
Para eso se escribe. Alguien nos debe algo, y desafortunadamente la escritura es el único lugar seguro e infalible donde reclamarlo. Porque no importa si nuestro reclamo tiene o no fundamento: en nuestro mundo de letras y mentiras ES JUSTICIA. Es ese reino, ese pedazo de paraíso que es imposible que alguien nos saque. Es el lugar donde encontramos la pieza que falta; todo lo que falta. ¿Qué escribimos? Escribimos lo que el mundo nos debe.
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