SEAMOS LIBRES de José Benegas: Libertad, palabra polémica.

"SEAMOS LIBRES" de José Benegas.
Unión Editorial.
Vivimos en la era de la corrección política, y para la gente pusilánime es una suerte: no tienen que pensar, solo repetir más o menos bien lo que ven que dice el que tienen al lado. Una suerte de snobismo ético. El pensamiento ha sido reemplazo por el slogan y la pose. 
Todos tenemos más o menos en claro (o deberíamos) que el camino hacia el infierno está empedrado de buenas intenciones. El camino hacia la idiotez, tapizado de buenísmo. 
Algunas verdades relativamente intocables de nuestro tiempo son que la desigualdad económica es injusta, que la propiedad debe ser restringida y acaso combatida por ser la semilla del mal, que el lucro es algo vil que genera caos y miseria, que la democracia es la acción de someterse al 51 % de la población que apoyó al candidato ganador y la más peligrosa: que el Estado está para solucionar todas las necesidades. Ese es el camino de la servidumbre, por qué no hay persona que no necesite. Necesitar es una consecuencia de estar vivo. 
José Benegas, pensador y periodista argentino radicado en E.E.U.U. pone en jaque todas estas afirmaciones y otras más. Seamos libres es un libro que se parece a la libertad: es bello e incómodo, porque implica responsabilizarse por la propia acción. En estos veintidós ensayos, cuyos temas abarcan economía, derecho, filosofía, historia y política, las ideas de la libertad son presentadas por Benegas con elocuencia y pericia casi científica (rastreando el origen de conceptos jurídicos y filosóficos y basándose en evidencia observable) y sus argumentos obligan al buenismo bienpensante a quitarse la máscara. ¿Es la igualdad realmente un valor, o la gente de estratos más bajos se ve beneficiada por la desigualdad? ¿Qué es el derecho: una materia dorada e ideal o sencillamente una solución racional a un conflicto? ¿Nuestro individualismo y ambición de lucro quebranta a la sociedad... o la sociedad es consecuencia de la ambición de los individuos? Y finalmente, ¿qué es la paz y como se consigue? Para muchas de todas estas cosas, José Benegas da respuestas. Para otras, abre nuevas preguntas. Pero pone sobre la mesa una propuesta: entender las respuestas como las soluciones traducidas en principios generales que se derivan de la experiencia. Para ello, solo cabe la prueba y el error. Y para eso, hace falta la libertad. 
Tal y como nos sugiere el autor en alguno de los ensayos que componen este libro, vivir en libertad es lo contrario a la certidumbre, esa cosa que los humanos inventamos y por la cual le tememos a la incertidumbre inherente a estar vivos y ser libres. 
NO APTO PARA: mojigatos de izquierda o de derecha y nacionalistas católicos. 




Sobre el autor:
José Benegas nació en Buenos Aires, en 1963. Es abogado, escritor, periodista y Máster en Economía y Ciencias Políticas por ESEADE. Colaboró con varios diarios y portales argentinos y condujo "Esta lengua es mía" por FM Identidad 92. 1 mhz de Buenos Aires. Entre varios de sus trabajos se encuentran La moral del violador, 10 ideas falsas que favorecen el despotismo y Hágase tu voluntad, bajar del cielo para conseguir un cargador de Iphone. 

Glorias del Desempleo (Parte 1?)

Asumís, un poco a regañadientes y sorprendido, que ya no estás en la gloria. Que te pasó eso que siempre camina en tus pesadillas. Un día, después de que el que iba a ser el laburo de tu vida se convirtiera en una misa de aguantar los ataques de tu jefe; después de que te enteraras de la cantidad de errores que tenés y que hasta el momento habían sido imperceptibles, después de que te dieron unos papeles de mierda y una guita de la indemnización que desaparecerá más temprano que tarde, ingresas a ese Círculo del Averno reservado a los que no tienen laburo (exceptuando a los multimillonarios que no trabajan y que se dedican a patinársela, bien por ellos).
Todo te suena a que es la última vez: es la última vez que pisás la oficina del Banco, es la última vez que saludás con un abrazo a la secretaria que comparte con vos la afición por la remake de Dinastía, es la última vez que podés llegar cinco minutos tarde a ese lugar. Todo es por última vez. Se parece a ese día en que te fuiste de la casa de papá para "ser adulto". Todos dicen que no hay nada más adulto que conseguir un trabajo, pero en realidad lo adulto pareciera perderlo. 
Cuando me pasó, me subí al colectivo, pagué los $ 8, 14 como si estuviera entregando el hígado, y me preparaba para la patada en las pelotas que sería pagar el subte para irme a casa. Tendría que cuidar cada centavo de ahora en más, me dije, mientras entraba a la fábrica de pastas para comprar una bandeja de ñoquis a la bolognesa. "Hoy es 29: Día de Ñoquis! Te llevas 1/2 kg de regalo" te dice el gordo con bigotes. Día de los ñoquis. Ñoqui se le dice a ese forro inservible al que jamás van a rajar, pero a vos si. 
Tu departamento es lindo, y te costó bocha conseguirlo. Es grande, luminoso, y silencioso, como la certidumbre, algo que hace hora y media acabás de perder por tiempo indeterminado. Tu gato te saluda, casi que riéndose. No sabe que los amos no son adversarios, sino los mayores aliados, y que tu no-sueldo es su no-wiskas. Le va a caber. 
Clavás el tenedor en la masa con tuco, como si fuera la yugular de la de recursos humanos. "Tomá, dientuda de mierda", decís, masticando, solo, libre. En mi caso personal, soy un dramático hijo de hijo de gallegos, y puse música depre para sentir pena por mi mismo. 
La gente normal llamaría a sus amigos para que lo vengan a consolar, pero vos ya estás mega hinchado las bolas de tus amigos. En este momento todos te parecen comunes, con sus vidas más o menos parecidas entre sí, sus broncas y prejuicios, todas las barreras que se ponen en la vida para no ver cosas, preguntándote tu opinión, esperando que les digas algo, y cagándose en lo que les digas. Después, cuando contestás con argumentos a su ataque de melancolía matriculada, se defienden con ad hominem "vos no estás en mi lugar", y todos parecen saber de alguna forma mágica cuál es tu lugar, como si fuera fácil de describir. Este día tus amigos ya no pueden ayudarte, y vos, misteriosamente, sentís por primera vez que no tenés necesidad de tenerlos, ni a nadie. Los demás tienen trabajo y ocupaciones útiles, y vos ahora perteneces a otra especie, a otro grupo sanguíneo, y hasta es posible que tu saliva tenga otro color.
Ya no hay más ñoquis en tu plato, y por ahora no sentís hambre. Estás lleno, estás llorando, y por primera vez en mucho tiempo, no hay un mañana. 
Mañana no va a haber que cumplir ningun horario, porque nadie te espera, ni habrá ninguna retribución, y por primera vez en mucho tiempo, nadie premiará tu esfuerzo. Mañana será la máscara más pesada en caer: porque que nunca existió. Fue una ficción que te inventaste, como eso del "trabajo seguro". ¿Qué espera el mañana?
Hay que ponerse a buscar otra cosa ya, o moriremos de hambre y nos echarán a la calle, y tendremos que irnos a vivir a las villas con los narcos. ¿Y el gatito? Pobrecito. Morirá frente a nuestros ojos si no lo hacemos guisado antes. Abrís la notebook para buscar mientras pones un lavarropas (si bien estás gastando jabón, en mucho tiempo no ensuciarás camisas para ir a ningún lado). 
Portales de trabajo indescifrables. Y cuando pensás en toda la gente que defraudaste En tu jefe, que te dijo "creemos que podés hacerle un aporte muy grande a la empresa" y después te dijo "acá hay que estar a las chapas como nunca en tu vida". 
El mate. 
Blandir la brillante bombilla maciza que brilla un poco a la luz de la lámpara, y dejarla en el labio inferior. La trompita se cierra como una planta carnívora sobre la chata puntita, y todo el esófago se convierte en la manguera por la que trastabilla un sabor fuertísimo a yerbas y yuyos, con algo de dulce, porque todos los que lo toman amargo y te dicen que para endulzarse está la vida se pueden meter la bombilla en el ojete. Pausa. Hacés un chequeo de tu cuerpo, llenando la barriga de aire, y aflojás. Te das cuenta del dolor en los hombros, la espalda, y de las contracturas del cuello, y te sacudís un poco mientras en la lista de reproducción se cuela un tema muy festivo como de los 80´s, tipo Wake Me Up,  o I Wanna Dance With Somebody, pero suena alto, muy maricón y electrizante, y te encanta, te sentís un poco absurdo, sin cuentas para rendir con nadie, y te reís por primera vez en ese día de mierda. Porque al día siguiente ya no vas a tener mucha conciencia de qué hora es en cada momento; el tiempo va a pasar a formar una extraña pasta sin forma, larguísima. El sol por la ventana te agarra en el sillón, mientras el gato jode. ¿No estás contento? No solo por primera vez en tu vida no está pasando nada, sino que tampoco hay motivo para que pase. Y me pregunto: ¿si a esto le teníamos tanto miedo, no será bueno pasarlo a ver si es tan garcha?
Ahí las cosas empiezan a darse un poco vuelta, sentís mareos similares a la vuelta carnera que hacen tus camisas de laburo en el lavarropas. No podías ser un escritor, porque estabas muy ocupado. ¿Haciendo qué? Teniendo trabajo. Y aunque vivís tomando mate, tal vez no tomaste suficiente, y ahora podés tomar todo el que quieras.
Mirás por la ventana, la gente con trabajo no se ven mal. Además, no digamos boludeces ni caigamos en caramelitos neuro-bolches: el trabajo es algo bueno. Pero si hay gente que prefiere la merca al yogur: ¿por qué uno ha de querer siempre lo bueno? ¿Lo bueno para quién? "Lo bueno". Bah.
No sé por qué cuento todo esto en "tú". ¿No te parece que ahora somos re cercanos? O yo me siento solo, y es raro, porque hay mucha gente desempleada, pero solo me sentía acompañado laburando.
Miro las búsquedas en las páginas donde te piden que cargues tus datos y adjuntes tu cv (¿Para qué piden las dos cosas? Nunca pude entender. Si en el cv están mis datos...)
"Bedel en Laboratorios Poronga", "Vacante para redactor creativo, excelente inglés (excluyente)".
Mucho tiempo te separaron falsas promesas de amores como el mate y escribir pelotudeces mientras vas usando la guita que deberías ahorrar y se acaba a cada momento pero, ¿¡Qué más da!? Si en cualquier momento nos da un ACV y sorpresa, que te chupe la pija el desempleo.


Continuará...?

POR QUÉ SE ESCRIBE?


Imagen de la película "Misery", sobre la novela de Stephen King.

¿Por qué escribe quien escribe? Siempre me lo pregunté. Y me maravillo de leer las respuestas que grandes escritores han dado a esta pregunta. La imagen que se tiene del escritor puede ser una razón, porque aun en estos tiempos de Tinelli y celulares, donde las noticias bombardean y a todos se nos pide opinión como si fuéramos especialistas, todos miramos al escritor con cierto escalofrío. Estatus, vanidad, snobismo, son algunas de las razones. De hecho, se dice que hay que plantar un árbol, tocar la guitarra, y escribir un libro.
“Escritor”, dice alguien, y armamos el set: una casa antigua en algún barrio ni muy bohemio ni muy elegante ( incluso un poco afrancesado), un escritorio con una notebook… no, con una máquina de escribir a lo Misery; un enjambre de gatos que custodian como a este extraño ser solitario, ermitaño, analítico, etéreo y celoso de sus manuscritos. Evidentemente una persona culta e inteligente, interesante (muchísimo más interesante que todos nosotros).
Es posible que en la escuela le hayan echo bullying hasta el hartazgo y golpeado, porque a parte de nerd quizás tenía sobrepeso, o muy poco peso, o era deforme; pero sin importar el odio que tienen los brutos hacia la gente que intenta cultivarse, quien ejerce el oficio de escribir siempre tiene un halo de misterio a los ojos de los demás. Nos hace sentir ligeramente inferiores, aun cuando no nos interese para nada el mundo de los libros. Quizás nos interesa ir a boliches a explotar los fines de semana, hacer deportes como el fútbol, juntarnos con amigos e ir al cine a ver pelis de superhéroes, la moda, alguna serie ligera en Netflix. Pero sí alguien sostiene un libro en las manos, ese alguien tiene algo. Repito, “a los ojos de los demás”. ¿Por qué escribe? ¿Por qué se pasa horas anotando y llenando espacios en blanco? ¿Qué está buscando tan silenciosamente qué decir? De todas las cosas maravillosas en las que podemos ocupar el tiempo de nuestra vida, alguien elige para sí muy poco: un sitio cómodo donde estar y concentración para pensar en qué decir.
¿Sabrá algo que nosotros no? ¿Podrá decir con palabras nuevas algo de lo que nosotros sabemos que existe pero no nos atrevemos ni sabemos decir?
Será un ser de gustos finos y elevados, no “para cualquiera”. Irá al Colón a ver Opera, disfrutará de los mejores títulos de Bergman, frecuentará el MALBA para apreciar pincelada por pincelada esos cuadros famosos que siempre vemos por ahí y por allá y nunca sabemos por qué la gente comenta tanto (entre otras cosas, porque tampoco sabemos tanto de pintura).
Tal vez hasta sea un atormentado seductor, que recite poemas a sus enamorados o enamoradas, como un Joven Werther.
Bien. La verdad que todo esto es una fábula fruto del desconocimiento de algunos y el snobismo de muchos. Pero es bastante divertido. Hay escritores indisciplinados, ordinarios, horizontales, populares, boxeadores. Hay escritores que no son solitarios: son celebrities, Truman Capote en sus mejores épocas. Hay quienes escriben poco. Y quienes tienen mucha paciencia. Quienes exigen calma para ser leídos en esos bodoques hercúleos, y quienes son considerados con nuestras ansias, como Amelie Nothomb. Hay escritores cultos y pochocleros (fue curioso pensar en un antónimo para "culto" que se aplicara a este contexto). Hay de todo. No tiene importancia.
Hoy escribe gente que tiene en su biblioteca a los más grandes clásicos y gente que no sale de J.K. Rowling (con el respeto que me merece la señora). Incluso, sin haber estudiado letras o análisis literario, comentan y opinan sobre lo que leen en sus populares blogs, canales de Youtube, e Instagrams, donde anuncian que además han publicado su nuevo libro en Amazon.
Pero todas estas personas, ya sea que lo hagan por dinero o por hobby, dedican horas, días y años, a redactar, corregir, volver a redactar y volver a corregir. Llevan anotadores donde ponen las ideas que más tarde van a desarrollar. Programan la hora de publicación de sus próximas entradas de blog. Asaltan librerías; grandes cadenas y saldos, en busca de inspiración.
Hoy, como nunca antes, la gente cada vez lee más y cada vez escriben más personas: artículos periodísticos, poemas, novelas, cuentos, reseñas, críticas, ensayos. Se vive la velocidad y la vorágine de lo virtual, y aun hay gente que se detiene y piensa como llenar el vacío con palabras.
¿Por qué lo hacen? ¿Por qué hacerlo yo, en todo caso? ¿Por qué cada vez más gente se arroja a llenar hojas y archivos con lo que piensa, lo que se le ocurre, lo que tiene ganas de decir, y hasta algunos se arrojan a intentar vivir de eso? ¿Por qué se ha escrito tanto, desde los escribas del mundo antiguo hasta los bloggers de nuestros días?
La literatura es un arte, y Oscar Wilde decía que el arte es completamente inútil, lo cual es interesante, pero no nos responde nada. José Saramago decía que él “escribía para entender”. Es cierto que al escribir “vemos lo que tenemos en la mente” y es como el clic que hace que miremos con claridad dentro de nuestros cráneos. Pero si bien creo que al escribir logramos"entender-nos", no estoy del todo seguro que escribir equivalga a entender algo. De hecho, esto me lleva a una de las cosas más peligrosamente tontas y snobs que la gente piensa: la asquerosa falacia de que quien escribe y saca libros evidentemente debe ser muy inteligente, y que si algo está en un libro debe ser verdad. Algunas de las mentes más tontas de nuestra historia han dejado bibliografía de su puño y letra. Poder redactar un libro o una publicación, ya sea larga o corta, puede dar cuenta de ciertas habilidades: claridad comunicativa, creatividad, poder de síntesis, manejo de datos, selección de palabras y términos que tengan gancho.
Pero quien escribe no necesariamente es inteligente. Es entusiasta.
En cambio me gusta lo que dice Vargas Llosa: "escribir es mi venganza". Eso me gusta más, porque vengarse lo desea cualquiera y puede ser tramado por cualquiera. Se llega más fácil a una venganza que al entendimiento.
El que escribe es alguien siempre en busca de la revancha. Uno escribe para matar sin consecuencias penales a gente a la que odia. Para difundir ideas que cambiarán el curso de las mentes que lo rodean. Para darse a conocer y ser famoso gracias a este generoso mundo digital y sus posibilidades. Para hacer aparecer algo que pensamos que falta, y que no debe faltar. Para obtener cosas que la vida no nos ha dado y que, a nuestro juicio, nos adeuda.

Para eso se escribe. Alguien nos debe algo, y desafortunadamente la escritura es el único lugar seguro e infalible donde reclamarlo. Porque no importa si nuestro reclamo tiene o no fundamento: en nuestro mundo de letras y mentiras ES JUSTICIA. Es ese reino, ese pedazo de paraíso que es imposible que alguien nos saque. Es el lugar donde encontramos la pieza que falta; todo lo que falta. ¿Qué escribimos? Escribimos lo que el mundo nos debe.